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Un nuevo arzobispo en Ciudad de México

Un nuevo arzobispo en Ciudad de México

La reciente toma de posesión del Cardenal Carlos Aguiar Retes, trigésimo quinto sucesor de Fray Juan de Zumárraga como Arzobispo Primado, nos lleva a recordar la estructura que tiene la Iglesia en México. El canon 369 del Código de Derecho Canónico define una Diócesis como “…una porción del pueblo de Dios, cuyo cuidado pastoral se encomienda al Obispo con la cooperación del Presbiterio, de manera que, unida a su pastor y congregada por él en el Espíritu Santo mediante el Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la cual verdaderamente está presente y actúa la Iglesia de Cristo, Una, Santa, Católica y Apostólica”.
Un templo pertenece a una Parroquia; varias parroquias agrupadas suelen pertenecer a un Decanato, los cuales agrupados pertenecen a una Diócesis. Las diócesis se pueden agrupar, a su vez, en Provincias Eclesiásticas, a la cabeza de las cuales se halla una Arquidiócesis.
El título de Arquidiócesis es un nombre honorífico y de él se deduce que el obispo titular sea denominado arzobispo. El título es otorgado por la Santa Sede. Por otro lado, la Catedral es un templo cristiano donde tiene su sede o cátedra el obispo, lo que la convierte en la iglesia principal de cada diócesis o Iglesia particular.
La diócesis de México fue erigida canónicamente por el papa Clemente VII el 2 de septiembre de 1530, apenas nueve años luego de la caída de México-Tenochtitlan, y fue elevada a Arquidiócesis el 12 de febrero de 1546. Su primer obispo y arzobispo fue el franciscano fray Juan de Zumárraga. La Arquidiócesis está dedicada a la Asunción de María, cuenta con un territorio de 1479 km2 y tiene Seminarios Mayor y Menor.
En la página oficial de la Arquidiócesis se explica que la de México es “la comunidad católica presente en la Ciudad de México, presidida por su arzobispo. Ella busca ser fermento de vida cristiana entre los habitantes de la ciudad, para ayudarles a vivir en comunión con Dios y con los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Por ello se encuentra en actitud de misión permanente, lo que significa: apertura, diálogo y testimonio cristianos hacia todas las culturas de esta urbe y el mundo. La acción del Obispo y de todas las instancias pastorales de la Arquidiócesis tienen como término el bien pastoral del Pueblo de Dios. La Arquidiócesis de México, por motivos de organización, está dividida en ocho demarcaciones que se llaman Vicarías Territoriales con un Vicario Episcopal al frente de cada una de ellas, quien hace presente al arzobispo y la vincula con él, particularmente por su participación en el Consejo Episcopal”.
Una exhortación expresada en el Concilio de Trento (1545-1563) es el deber de los obispos de tener un Seminario en donde se proporcione formación a jóvenes que aspiren a vivir su vocación en el sacerdocio diocesano. En toda institución educativa, las bibliotecas se consideran el eje rector que sustentan los planes de estudio. El Seminario Conciliar de México no es ajeno a ello y ya desde su fundación en 1689, el arzobispo Aguiar y Seijas ordenó la construcción de una biblioteca, misma que sólo dos años más tarde contaba ya con alrededor de doscientas obras. Esta cantidad se incrementó rápidamente por medio de compra de libros y con aquellas obras que los sacerdotes dejaban al morir, así como también por la preocupación de los subsiguientes obispos que estaban ocupados en hacer enriquecer su acervo. Basta con citar un ejemplo reciente, el Cardenal Norberto Rivera, quien durante su gestión donó un promedio de 500 libros cada año.
A continuación se mencionan algunos de los arzobispos que han estado al frente de la Arquidiócesis de México, de quienes resaltamos algún dato importante en la historia de nuestro país.
 Fray Juan de Zumárraga (1527-1548): vistió el hábito de San Francisco y en 1527 el emperador Carlos V se fijó en él para fungir como primer obispo de México. Trajo de España artesanos, distintos árboles frutales y semillas. Fundó el primer Hospital del Amor de Dios y por su influencia, en el convento de Tlatelolco funcionó el Colegio de la Santa Cruz para la educación de los indios. Trajo también la primera imprenta que hubo en América. Es testigo privilegiado de las apariciones de Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre de 1531.
  

Fray Alonso de Montúfar (1551-1573): vistió el hábito de Santo Domingo. Para deslindar los derechos y obligaciones de prelados y frailes en materia de jurisdicción eclesiástica, convocó en 1555 el primer concilio provincial mexicano.

   

 
Alonso Cuevas Dávalos (1664-1665). Fue el décimo tercer arzobispo y el primero nacido en Ciudad de México. Anteriormente fue obispo de Oaxaca y muy querido por los habitantes de ahí. Fue muy breve el tiempo que ejerció su mandato, poco más de un año, del 28 de abril de 1664 al 2 de septiembre de 1665. Murió de una grave enfermedad.
  

 

Francisco de Aguiar y Seijas (1682-1698). Fue un santo obispo, celosísimo de la administración de los sacramentos y de la conversión de los indios. México le debe la fundación del Seminario Conciliar. Fundó varios colegios, casas para atender a mujeres solas y puso la primera piedra para la construcción de la antigua Basílica de Guadalupe.

  
 
Francisco Javier de Lizana y Beaumont (1803-1811). Le tocó gobernar la difícil época de los inicios de la guerra de independencia. Fue nombrado virrey por un corto periodo, pero dio prioridad a su actividad de pastor de almas.
  


Pedro José de Fonte (1815-1838). Época por demás difícil la de su gobierno al frente de la Arquidiócesis, pues ardía toda la Nueva España en la guerra de independencia. Así por ejemplo, cuando Iturbide proclamó el plan de Iguala, el señor arzobispo lo condenó en un documento público por su deslealtad ante el gobierno, y cuando después Iturbide entró triunfante en México, reconocido por el Virrey O’Donojú, el señor arzobispo lo reconoció también en otro documento público, en el que señaló que cuando había sido rebelde y desleal, así lo había reconocido, pero cuando se presentaba como gobernante legítimamente reconocido, también lo reconocía y mandaba que lo reconocieran y obedecieran.

 
José Mora y del Río (1907-1928). Desarrolló sus actividades en medio de grandes dificultades para la Iglesia en México. A raíz de la caída de Porfirio Díaz se paralizaron muchas de las actividades de carácter social que desarrollaba. Al estar en San Antonio, Texas, junto a otros obispos que habían salido de México voluntariamente o desterrados, y ante la publicación de la Constitución Política de 1917, publicaron un documento sereno, bien razonado y fundado, en el que pusieron de manifiesto los errores de doctrina y los ataques contra los derechos de la Iglesia y protestaron enérgica, pero respetuosamente contra unos y otros. En 1926 suscribió junto con el episcopado mexicano el decreto de suspensión de culto público en toda la nación.
 

Luis María Martínez (1937-1956). Guió la arquidiócesis de México durante los años en los que la Iglesia  salía de una de las persecuciones religiosas más virulentas experimentadas en el siglo XX. Por humildad no aceptó el capelo cardenalicio que le había concedido el Papa Juan XXIII en 1958. Durante la presentación de su biografía publicada por el postulador de su causa de beatificación, su sucesor, el Cardenal Rivera, afirmó que “fue un hombre clave, pues nadie como él supo penetrar esa cultura mexicana y supo dejarle la semilla de la Buena Nueva”; subrayó el extraordinario sentido del humor y destacó, sobre todo, su dimensión de místico y verdadero guía del pueblo de Dios”.

 

Ernesto Corripio Ahumada (1977-1994). Nació en la Ciudad de Tampico, Tamaulipas. Estudió en el Seminario de Puebla y posteriormente en la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma. Nombrado también cardenal, uno de los doce que ha tenido México, por el papa Juan Pablo II. Durante su gestión tuvo la enorme responsabilidad de recibir por primera vez la visita de un Romano Pontífice a México, Juan Pablo II, con motivo de la III Conferencia General del Episcopado Latinomericano (CELAM) que se llevó a cabo en Puebla en 1979.

 
 
Fuentes consultadas:
Chávez Sánchez, Eduardo (1996).  Historia del Seminario Conciliar de México.  México, Porrúa
García Gutiérrez, Jesús (1948). Arzobispos de la Arquidiócesis de México. México, Buena Prensa
Sosa, Francisco (1917).  El episcopado mexicano. México, Helios
https://www.arquidiocesismexico.org.mx/index.php/about/arzobispos
https://www.arquidiocesismexico.org.mx/index.php/about
https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Cardenales_mexicanos
https://es.zenit.org/articles/biografia-de-monsenor-luis-maria-martinez-un-hombre-providencial-para-mexico/

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