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Microcosmos sagrado en las alegorías del Sagrado Corazón de Jesús, Segunda Parte

Microcosmos sagrado en las alegorías del Sagrado Corazón de Jesús, Segunda Parte

Araceli Villarreal Vallín
Alfonso Miranda Márquez
Museo Soumaya.Fundación Carlos Slim

Quisiera que me arrancaran el corazón del pecho, que lo hicieran mil pedazos y lo pusieran en un brasero ardiente para que Vuestra morada fuera menos indigna.

Santa Gertrudis, La Magna

Al parecer, fue en el siglo XVI cuando la devoción pasó del dominio místico a la ascesis cristiana con oraciones y ejercicios especiales tal como lo muestran los escritos de dos maestros de vida espiritual: el piadoso de los cartujos de Colonia, Lanspergius y Lois de Blois, monje benedictino y abad de Liessies, en Hainaut, Francia. A ellos se sumaron los santos Juan de Ávila y posteriormente Francisco de Sales. Con san Juan Eudes (1602-1680), el Sagrado Corazón se honró en el Oficio Divino y estableció su fiesta el viernes posterior al segundo domingo después de Pentecostés (en 2019 se honrará el 28 de junio). Margarita María Alacoque (1647-1690), una humilde monja visitadina del monasterio de Paray-le-Monial, fue elegida por Cristo para revelarle los deseos de su Corazón.

Muy probablemente la primera consagración solemne se dio en 1720 para erradicar la plaga de Marsella. Otras ciudades del sur de Francia le siguieron y a partir de ahí la devoción se popularizó.

Del otro lado del mar océano, la contemplación del Sagrado Corazón se extendió en el virreinato de Nueva España a mediados del siglo xvii y tuvo una gran difusión durante todo el XVIII. Primero se asentó el culto en Ciudad de México; así lo registró el padre Mariano Cuevas s.j. en su Historia de la Iglesia en México, y refiere que entre 1755 y 1756 ya se celebraba en todas las iglesias la festividad del Divino Corazón. Por su parte, el investigador Luis Bronzon MacDonald en su texto Una devoción al Sagrado Corazón en el siglo XVIII, sostiene que para 1773 ésta se había esparcido por todo el reino y especialmente en poblaciones cercanas a la capital.

Los jesuitas fueron sus principales defensores. En Nueva España se imprimieron al menos 19 libros, el primero Devoto culto que debe dar el Christiano a el Sagrado Corazón de Christo Dios y Hombre, del padre Antonio de Mota (1732). Asimismo, se tiene noticia de varios libros vinculados con las monjas de santa Clara, de santa Isabel, de la Compañía de Jesús, del convento de Jesús María y de San José de Gracia. Todos con oraciones, sermones y otros oficios. Santa Margarita de Alacoque escribió: el Corazón de Jesús es un tesoro oculto e infinito que no desea más que manifestarse a nosotros. Reza así su consagración: Corazón sagrado de mi amado Jesús: yo, aunque vilísima criatura, os doy y consagro mi persona, vida y acciones, penas y padecimientos, deseando que ninguna parte de mi ser me sirva si no es para amaros, honraros y glorificaros. Esta es mi voluntad irrevocable: ser todo vuestro y hacerlo todo por vuestro amor, renunciando de todo mi corazón a cuanto pueda desagradaros.

Anónimo novohispano Alegoría del Sagrado Corazón de Jesús c 1730-1770 Talla en madera policromada, cobre dorado, repujado y cincelado
Nicolás Enríquez San Agustín c 1738 Óleo sobre lienzo Inscripciones: «[R.E.P.G. / 21-XI-1901]», en el reverso
José Juárez San Agustín c 1640-1660 Óleo sobre lienzo
Anónimo novohispano Alegoría del Sagrado Corazón de Jesús en la cruz, rodeado de símbolos pasionarios y la profecía de Simeón a la Virgen María c 1750-1790 Óleo sobre lámina de cobre Inscripciones: «Tuam IPSIUS animam pertranfibit gladius. Luca. Cap. 2»

Os tomo, pues, oh Corazón divino, por el único objeto de mi amor, protector de mi vida, prenda de mi salvación, remedio de mi inconstancia, reparador de todas las culpas de mi vida; y asilo seguro en la hora de mi muerte. Sed, pues, oh Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios Padre, y alejad de mí los rayos de su justa cólera. Oh Corazón amoroso, pongo toda mi confianza en vos, pues aunque lo temo todo de mi flaqueza, sin embargo, todo lo espero de vuestra misericordia; consumid en mí todo lo que os desagrada y resiste, y haced que vuestro puro amor se imprima tan íntimamente en mi corazón, que jamás llegue a olvidaros ni a estar separado de vos. Os suplico, por vuestra misma bondad, escribáis mi nombre en vos mismo, pues quiero tener cifrada toda mi dicha en vivir y morir como vuestro esclavo. Amén.

El corazón es una constante en nuestra historia y en la historia personal de cada individuo. Más que un órgano que pesa entre 200 y 400 gramos, un poco más grande que el puño, cada día late 100 000 veces para bombear 757 litros de sangre y a la muerte de una persona ha latido más de 3 500 millones de veces; se le asocia a los sentimientos, la magia y la pasión que identifican al ser humano. Todo lo que sucede en el macrocosmos, sucede en el espacio íntimo que cobija la caja torácica y la sangre que emana, irriga y lleva luz a todo el cuerpo. Abrir el corazón a la ambición es cerrarlo a la tranquilidad (proverbio italiano). El corazón del hombre es como un reino pequeño preso de la insurrección (William Shakespeare). El corazón tiene razones que la razón no comprende (Pascal). Mi corazón desmiente a la lengua a cada instante (Rosseau). Son todas formas que hacen latente y patente la presencia del órgano de vida.
Anónimo mexicano Santa Gertrudis la Magna c 1850 Óleo sobre lienzo
Anónimo novohispano Santa Gertrudis la Magna c 1790-1800 Óleo sobre lámina de cobre
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